Cristianos y la Pornografía - La Visión
A sabiendas de su error, el hombre sin rostro estiró su mano hacia la diosa y notó un temblor en su propia muñeca. Sus dedos se movían nerviosamente mientras se deslizaban por el tirante de su vestido. Su aliento salía en jadeos susurrantes mientras trataba de no hacer ruido. No podía arriesgarse a despertar a su esposa o a sus hijos. Temblaba, hipnotizado por su magnífica boca, ojos oscuros, y cuello largo. La diosa deslizó sus cuidadas uñas a lo largo de su brazo extendido, tentando sus sentidos y atrayéndolo a un estado de deseo seductor. Aire frío, rancio, subió por las escaleras, detrás de la diosa, y azotó su cara enviándole un frío por la espalda. Ella sonrió tímidamente y dio otro paso atrás, con un flirteo tentador le hacía señas para que la siguiera hacia el sótano.
Vestía un negligé casi transparente; él la miraba de cerca mientras que el sedoso material se doblaba alrededor de las curvas de su cuerpo perfecto con cada movimiento de sus caderas. Ella dio otro paso atrás y él la siguió lentamente. La escalera estaba hecha de tablones de madera, y una linterna de vela colgaba de la pared a mitad del corredor. "Ven cariño," mojó sus labios con la lengua y respiró profundamente "Déjame llevarte allí de nuevo. "Déjame hacer realidad tus sueños." Dio otro paso atrás.
Otra ráfaga de aire viciado vino de abajo y lo sacudió de su estado eufórico. Él dudó súbitamente, mientras que el miedo, la culpa, y el remordimiento inundaban su mente consciente. Apartando sus manos de ella, miró hacia arriba por las escaleras y vio el resplandor del corredor arriba. Él había estado antes en este sótano-- parecía más bien un calabozo; una y otra vez había bebido las aguas de puro éxtasis con la diosa. Ella era tan buena. Ella lo dejaba fantasear con su cuerpo, y siempre le decía lo que él deseaba escuchar. Pero él amaba a su esposa y a sus dos hijos, y estar con la diosa era, en cierto nivel, una traición a los amigos y la familia que él adoraba. Se sentía culpable por desear a la diosa. Sentía vergüenza y remordimiento por las veces que había estado con la diosa. La lujuria y el deseo luchaban fuertemente contra la vergüenza y la culpa, y mientras más tiraban de su corazón, más débiles se volvían sus rodillas. Él miró hacia atrás, hacia la diosa, esperando que ella lo ayudara a tomar una decisión.
A veces, en el pasado, cuando luchaba con la urgencia de huir de la diosa, ella se le acercaba más, frotando su cuerpo contra el suyo y rogándole que no se fuera. Ella besaba su cuello y susurraba dulces promesas acerca de lo bien que lo haría sentir. Acariciaba su rostro y su cabello con sus largos dedos. Eventualmente, él se volvía y la seguía al oscuro sótano y ella lo dejaba hacer con ella lo que quisiera. Pero esta vez, algo era diferente. Mientras luchaba con el deseo de irse, ella permaneció quieta, optando no ayudarlo con su decisión. Con una sonrisa coqueta, se apoyó contra la pared y comenzó a hurgar la cutícula de sus dedos. No estaba ni feliz, ni triste, sino simplemente indiferente a su lucha. Esta vez, no le importaba.
Cristianos y Pornografía - El Intento de Resistir
"Tú sabes que me seguirás," dijo finalmente, su brusquedad lo tomó desprevenido. "Así que sígueme. Tu resistencia de ahora es sólo una demostración fingida de voluntad para el Dios Creador, o para tu propia conciencia. Él conoce tu corazón, yo conozco tu corazón, y tú conoces tu corazón. Es tan negro como el sótano allá abajo. Ven, acompáñame. Has hecho esto cientos de veces y siempre lo has mantenido en secreto. Tu esposa e hijos nunca lo sabrán. O te puedes ir, pero los hombres de verdad no pierden el tiempo luchando, ellos toman decisiones de machos."
Él sacudió su cabeza y se volvió a mirarla. Ella tenía razón; su lucha era una demostración débil de voluntad, arraigada en la culpa y la vergüenza, y no tenía ningún chance de sacarlo del calabozo. Él no le podía decir ‘no' a ella, la diosa. Ella sonrió, y hasta cuando lo hizo, sus espectaculares atributos femeninos parecían abultarse, apretando el pequeño negligé alrededor de su torso. Él perdió el aliento y se tambaleó hacia adelante, pero ella lo sostuvo y lo apretó contra ella. Ella podía sentir su corazón latiendo salvajemente mientras se apoyaba en ella, perdido de nuevo en la euforia del deseo. Secretamente, ella puso los ojos en blanco, burlándose de su debilidad.
Luego lo agarró de la mano y caminaron juntos los últimos dos tercios de la larga escalera. El techo del sótano era tan bajo que él tuvo que encorvarse un poco para caminar. El piso era una enorme plancha de concreto, y unas cuantas linternas con velas de luz tenue colgaban de las paredes alrededor del amplio cuarto, arrojando un resplandor siniestro. El fuerte olor a moho lo hizo sentir mal del estómago. El sótano estaba vacío, excepto por un pequeño camastro hecho de metal en una esquina. Sobre él había un delgado colchón manchado. Cada mancha del colchón era un momento de clímax; cientos, hasta miles de recuerdos nacieron en esta cama de pasión. Con excitación, comenzó a caminar hacia el camastro, listo para tomar el cuerpo de la diosa de todas las formas posibles, pero ella agarró su mano fuertemente y rehusó rendirse. Él se volvió y la miró confundido.
"Si me dejas, te llevaré a sitios a los que nunca has soñado ir," dijo ella, ahora su mirada era más dura, fija en él. Ella se inclinó hacia adelante y lo envolvió con sus esbeltos brazos alrededor de la cintura. Susurrándole al oído, le dijo: "Un lugar donde los juegos preliminares son mejores que una eyaculación sobre ese andrajoso camastro.
Su corazón latía como un tambor mientras ella le mordisqueaba la oreja. Perdido en el deseo, dejó que sus manos exploraran. Luego, ella dio un paso atrás y tiró levemente de su camisa, llevándolo lentamente hacia la pared del fondo y lejos del viejo camastro. Él la siguió como un sonámbulo, atrapado en una excitación que rehusaba permitirle razonar. Las manos de ella corrieron por sus brazos hasta que llegó a sus muñecas, apretándolas fuertemente, y continuó alejándolo del camastro hacia un enorme agujero en la pared del fondo. Él nunca había estado antes en esta parte del calabozo.
Cristianos y Pornografía - El Viaje a la Oscuridad
La diosa era fuerte; lo sorprendió lo apretado de su agarre. Aunque algo andaba mal, él no podía deshacerse de la excitación, y carecía de fuerzas para enfocarse en lo que ocurría a su alrededor. Él caminaba detrás de ella, siguiendo en la dirección en que ella lo halaba. Borrosamente pudo ver cómo se curvaba su boca, pero no se curvaba como la boca de una mujer seductora. No tenía nada de seducción, sino de malevolencia. Era una sonrisa de perpetración, como si ella supiera que pronto estaría devorándolo como un animal hambriento se devora un pedazo de carne. Fue la curva de sus labios lo que comenzó a despertarlo. Él abrió los ojos mientras que el terror se apoderó de todos sus nervios. ¿Adónde lo estaba llevando?
La diosa lo estaba conduciendo hacia la pared del fondo y definitivamente algo andaba mal, aunque al principio no podía decir qué. En esta parte del sótano, el olor a moho era mucho más fuerte. El hedor a podredumbre y el frío cortante flotaban en el aire a su alrededor. Él dio un tirón y luchó para soltarse de la diosa, pero ella no lo soltaba. La expresión de su rostro ni siquiera cambió mientras continuaba caminando hacia atrás metódicamente, conduciéndolo hacia el peligro. El se sacudió y se dio vuelta con todas sus fuerzas, tan fuerte que escuchó el sonido de un hueso de su muñeca izquierda al romperse. Trató de gritar, pero no pudo encontrar el aliento.
Al llegar al arco del agujero en la pared, de pronto la diosa se detuvo y dejó de sonreír duramente, aunque siguió agarrándolo fuertemente por las muñecas. Permaneció parada allí por algún tiempo, sin ninguna expresión. Su pecho estaba casi plano ahora, las curvas de su cuerpo se habían esfumado. Permaneció de pie frente a él, todavía como una mujer, pero mucho mayor y más misteriosa. El hombre también dejó de luchar para liberar sus manos, pero sus ojos estaban fijos en el arco de la abertura en la pared detrás de ella. Algo antiguo y terrible vivía más allá de esa abertura; él podía sentirlo. En ese momento estuvo más asustado que nunca en su vida. Él no lo sabía, pero estaba parado en las puertas del Infierno.
"¿No vienes conmigo?" preguntó ella, su voz ahora baja y sombría.
"No," dijo él, moviendo la cabeza. Una lágrima brilló en sus ojos mientras continuaba: "No puedo. No puedo ir allí contigo, diosa. Por favor, tengo una esposa. Tengo hijos. No puedo ir allí, diosa. Ni siquiera quiero regresar al viejo camastro. Quiero dejar esto."
"Es demasiado tarde." Una voz nueva, demente, se escuchó detrás de la abertura. En eso, la mujer se arqueó hacia atrás, halándolo más hacia la entrada. Primero, la parte superior de su cabeza tocó la abertura y desapareció. Luego su cara y cuello desaparecieron en la negrura, y también desaparecieron detrás de la oscura entrada que parecía tragarse toda luz. A medida que ella se arqueaba más, el hombre comenzó a caer hacia adelante. Luchó salvajemente, gritando ahora y rogándole que lo dejara ir. Cuando sólo los brazos de ella quedaban fuera del agujero cavernoso, de pronto saltó hacia adelante, fuera del agujero y el movimiento lo lanzó de espaldas al piso, con ella arriba de él, sentada sobre su torso.
La criatura que emergió de ese agujero tenía los antebrazos de una mujer, pero el resto era una horrible masa de carne podrida, ligamentos y huesos. Hedía a muerte. Insectos entraban y salían de su boca y ojos. Se inclinó, como queriendo besarlo, cuando otro ser surgió del agujero. Este era pequeño, del tamaño de un niño de siete u ocho años como mucho, y tenía una piel blanca pastosa, sin vellos, lisa. Sus ojos blancos sobresalían de su cabeza como dagas.
"Espera Jezabel, este es mío," dijo.
La criatura sobre el hombre gruño y farfulló, luego obedeció, soltó las muñecas del hombre y se hizo a un lado. Mientras lo hacía, el diablo calvo, desnudo, se montó sobre el hombre en una posición sexual y comenzó a rasgarle la ropa. Después de descubrir el pecho del hombre, el diablo abrió mucho su boca y arrancó un gran bocado de carne de su estómago. El hombre gritó en agonía, un grito gutural y gorgojeante. El diablo continuó comiendo, sacando fuera órganos, estómago e intestinos mientras lo hacía. Le daba pedazos a la criatura que una vez había sido tan bella a los ojos del hombre. Mientras continuaba la tortura, el hombre lentamente dejó de luchar contra el dolor y se quedó quieto momentos antes de su muerte. Al calmarse, se le dio una cara a esta criatura sin rostro. Y esa cara mutó a otra. Esa cara mutó a otra y otra. Lentamente al principio, luego más aprisa, las caras mutaban de una a otra.
La última cosa que el hombre vio sobre la cabeza calva oscilante del diablo comiendo sus entrañas, fue un anuncio intermitente de neón rosado brillante sobre la entrada del infierno. Decía: "Pornografía."
Cristianos y Pornografía - Libertad del Pecado
Si usted es un creyente en Cristo y está luchando con la adicción a la pornografía, ¡hay esperanza y ayuda para usted! El poder del Espíritu Santo (Efesios 3:16) y el lavado del perdón de Dios están a su disposición (1ra de Juan 1:9). La capacidad renovadora de la Palabra de Dios está a su disposición (Romanos 12:1-2). Dedíquele su mente y ojos al Señor (1ra de Juan 2:16). Pídale a Dios que le dé fuerzas y lo ayude para superar la pornografía (Filipenses 4:13). Pídale a Dios que lo proteja de más exposición a la pornografía (1ra de Corintios 10:13), y que llene su mente con cosas que lo complazcan a Él (Filipenses 4:8). Estos son todos pedidos que Dios honrará y contestará.
¡No se desespere! La adicción a la pornografía por Internet no es un "pecado imperdonable." Dios puede perdonarle y lo hará. Busque Su ayuda diariamente en oración, pídale que llene su mente con Su verdad y que bloquee deseos y pensamientos indeseados. "Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros" (Efesios 3:20).
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